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domingo, 30 de enero de 2011

SOY ASESINO DE PERROS Y GATOS

Navegando por la web, me topé con este testimonio desgarrador: Un trabajador de una perrera en EE.UU cuenta cómo se siente al tener el empleo de "sacrificar perros y gatos". EL MISMO SE CONSIDERA UN "ASESINO". Aclaro, es una carta desgarradora y muy fuerte! Admito que derramé lágrimas mientras la leía


Sí, sacrifico perros y gatos para ganarme la vida.

Soy empleado del Control Animal en un pequeño pueblo en el centro de Carolina del Norte, Estados Unidos. Tengo 35 años y he estado trabajando para el municipio en diferentes puestos desde la preparatoria.

No hay mucho trabajo aquí, y trabajar para el condado significa tener buen sueldo y prestaciones para una persona como yo que no cuenta con estudios superiores. Soy esa persona de la que todos ustedes escriben cosas horribles.

Yo soy quien mata a los perros y los gatos y los hace sufrir. Yo soy quien saca sus cuerpos sin vida oliendo a monóxido de carbono y los avienta dentro de las bolsas negras de plástico. Pero también soy aquél que odia su trabajo y odia lo que tiene que hacer.
Todos ustedes que me juzgan, no lo hagan. Dios me está juzgando y sé que me iré al infierno. No voy a mentir, es infame, cruel y me siento como un asesino serial. Pero no soy del todo culpable; si la ley obligara la esterilización de los animales, muchos de estos perros y gatos no estarían aquí para que yo los sacrifique. Soy el demonio, pero quiero que todos ustedes vean la otra cara del hombre de la cámara de gas.

Por lo general, el centro antirrábico realiza el sacrificio con cámara de gas los viernes por la mañana.

El viernes es el día que la mayoría ansía que llegue, pero para mí, este es el día que más odio y siempre quisiera que el tiempo se detuviera el jueves en la noche. Los jueves, muy entrada la noche, cuando no hay nadie, mi amigo y yo vamos a un restaurante de comida rápida y nos gastamos 50 dólares en hamburguesas, papas fritas y pollo. Tengo prohibido alimentar a los perros los jueves porque me dicen que se hace un chiquero en la cámara de gas, y sería un desperdicio de comida.

Así que, los jueves por la noche, con las luces aún apagadas, voy al cuarto más triste que jamás nadie pudiera imaginar, y dejo que todos los perros y gatos, condenados a morir, salgan de sus jaulas.

Mi amigo y yo abrimos la envoltura de cada hamburguesa y sandwich de pollo y alimentamos a estos perros hambrientos y flacos. Se tragan la comida tan rápido, que no creo siquiera sepan a lo que sabe. Mueven sus colas y algunos ni comen, se echan boca arriba para que les acaricie su pancita. Comienzan a correr, brincar y me besan a mí y a mi amigo. Van a comer un poco más de comida y regresan a donde estamos. Todos nos miran con tanta confianza y esperanza, y sus colas se menean tan rápido, que termino con moretones en mis piernas. Se devoran la comida; después, es tiempo de devorar un poco de paz y amor. Mi amigo y yo nos sentamos en el piso de concreto, sucio y manchado por los orines, dejamos que nos brinquen encima, se paran de manitas para jugar y también juegan entre ellos. Algunos se lamen unos a otros, pero la mayoría permanece pegada a mí y a mi amigo.

Miro a los ojos de cada perro. A cada uno le doy un nombre.

No morirán sin tener un nombre.

Le doy a cada perro 5 minutos de amor y cariño incondicional. Les hablo y les digo que lamento mucho que mañana agonizarán por largo tiempo, que morirán de una forma espantosa y tortuosa en mis manos dentro de la cámara de gas.

Algunos mueven sus cabecitas para tratar de entenderme.

Les digo que estarán en un mejor lugar, y les ruego que no me odien. Les digo que sé que me iré al infierno, pero estarán jugando con todos los perros y gatos en el cielo.
Después de cerca de 30 minutos, tomo cada uno de los perros y los meto en sus jaulas de concreto llenas de heces; los acaricio y rasco su barbilla. Algunos me dan la pata, y yo sólo quiero morir. Cierro la jaula de cada perro y les pido que me perdonen.

Dormirán con su pancita llena y con una falsa sensación de seguridad.

Son cerca de las 5 de la mañana ahora, faltan dos horas para tener que asfixiar a mis amigos en la cámara de gas. Voy a casa, me baño, tomo mis 4 píldoras contra la ansiedad y manejo de regreso hacia mi trabajo. No como, no puedo comer. Ha llegado el momento de meter estos animales en la cámara de gas. Me pongo mis tapones para los oídos, y cuando voy por los perros y los gatos, están tan emocionados de verme, que saltan sobre mí para besarme al pensar que jugarán conmigo. Los pongo
en la jaula móvil y los llevo a la cámara de gas. Ellos lo saben. Pueden oler la muerte, el miedo. Empiezan a gemir en cuanto los meto en la cámara de gas.

El jefe me pide que meta el mayor número posible de ellos para ahorrar el gas. Me observa. Sabe que lo odio, sabe que odio mi trabajo. Hago lo que me pide. Él mira cómo todos los perros y los gatos (amontonados todos) se pelean y gritan. El sonido se amortigua porque tengo puestos los tapones. Él se marcha, prendo el gas y me salgo lo más rápido que puedo.

Camino hacia el baño, tomo un alfiler y me pincho hasta sangrar ¿Por qué? Porque el dolor y la sangre despejan mi mente de lo que acabo de hacer.

En 40 minutos debo regresar y retirar los animales muertos. Rezo porque ninguno haya sobrevivido, lo cual sucede cuando meto demasiados animales en la cámara de gas. Los levanto con mis guantes y el olor del monóxido de carbono me enferma al igual que los vómitos, la sangre y los movimientos involuntarios de los cuerpos.

Los saco y los meto en bolsas de plástico.

Me digo a mí mismo: “Ellos están en el cielo ahora”. Después limpio toda la suciedad, que USTEDES PERSONAS, han propiciado al no esterilizar a sus animales. La suciedad, que USTEDES PERSONAS, han propiciado al no exigir que un veterinario venga y haga esto de una forma humanitaria.

USTEDES SON LOS CONTRIBUYENTES, ¡EXIJAN que esta práctica SE ACABE!
Así que no me llamen “el monstruo”, “el demonio” o el “verdugo”, llamen demonio a su GOBIERNO, a las personas responsables del mismo, a los responsables de que esto suceda. ¡Carajo! llamen al gobernador y ¡EXIJANLE QUE ACABE CON ESTO!

Como siempre, esta noche tomaré mis pastillas para dormir para poder ahogar los gritos que escuché en el pasado antes de descubrir los tapones para los oídos. Brincaré y me estremeceré en mis sueños creyendo que estoy alucinando.

Esta es mi vida, no me juzgues, créeme, ya me he juzgado lo suficiente.

8 comentarios:

Nacho dijo...

La vida es más complicada de lo que yo pensaba Victoria. No sólo hay blanco o negro, también puede haber grises. No me extraña que este hombre se sienta culpable. Yo también me sentiría así si tuviera que hacer su trabajo porque no me quedara más remedio, para poder comer. Un abrazo.

Anónimo dijo...

es terrible

Yeruti dijo...

Hola, la carta es muy triste realmente desgarradora. Pero una cosa se, si no tuviese para comer, estoy segura que ese trabajo no lo haría. Es feo decir de esta agua no veveré, pero se que no lo haría. iempre hay una salida para las cosas, no se quizá este señor al no tener estudios no pueda conseguir trabajo pero sigo pensando que si no se deja vencer por el no pueod hacer otra cosa, otra cosa va a encontrar. En cuanto a lo que lo juzguemos, creo que con el peso que debe llevar en su conciencia es suficiente. Un abrazo gracias por toodlo que haces, y sigamos luchando para que esto acabe ya por favor.

Montserrat Llagostera Vilaró dijo...

Hola Victoria:

Gracias por compartir, en tu comentario el verso hermoso de tu abuelo.

En cuanto a tu entrada no se que decir.

Solo que es horrible, para el y para los animales.

Un abrazo, Montserrat

Maria dijo...

me kedao sin palabras...

Luis Nantes® dijo...

Olá!! Por favor, ajude-me a divulgar a imagem de alguns "bichos"... Entre no meu blog e vá ao post "Divulguem... Divulge ... Publicar" ok? Beijos

Unknown dijo...

¡Qué horror!, claro, se ve como un verdugo. Le entiendo.

¡Un beso!

Miguel

(http://anapedraza.blogspot.com/)

Duendes dijo...

hola Victoria,
muchas gracias por visitar mi blog.
es muy bonito ver el amor que tienen para los animales.
beso grande.